viernes, 7 de marzo de 2014

El control del sabrer arquitectónico

En la anterior entrega vimos que la objetivación y posterior captura de las destrezas y conocimientos de los trabajadores, que comenzó con la apropiación de los oficios manuales, alcanza ya a las profesiones de tipo intelectual, y a la misma universidad como fábrica de los saberes mayores. Con el fin de empezar a explorar qué pasa con la práctica de la arquitectura ahora expondré algunas ideas, todavía por discutir y validar, haciendo especial referencia a la vivienda en el espacio urbano edificado, de importancia central para la arquitectura en las actuales circunstancias.

Los objetos del saber arquitectónico se caracterizan por su complejidad y singularidad. De ahí el clásico desempeño del arquitecto como coordinador general de los aspectos técnicos, tipológicos, funcionales, simbólicos, de inserción urbana, etc., y como experto en la singularidad típica de lo habitacional (especialmente en el caso de la rehabilitación de la edificación existente, irreductible a la estandarización... hasta ahora).

Para conseguir productos que remitan a las cosas singulares y complejas (requisito importante para las actuales mercancías, convenientemente alejadas del tipo de producción en masa y homogénea dominante hasta los años 80 : fordismo) ya no basta con fraccionar y recomponer las tareas, es necesario hacer lo mismo con los conocimientos a ellas asociados, es decir repartirlos en dominios disciplinares segregados, cuyos profesionales actúen coordinados bajo una lógica que forma parte de la economía empresarial, muy diferente a la del antiguo profesionaldirector (el arquitecto, por ejemplo). Pasamos entonces de la reproducción de movimientos físicos a la reproducción de conocimientos, de las máquinas energéticas a las máquinas informáticas, del proletariado al cognitariado. Así lo que estaba conectado se separa, para volverse a conectar, pero ahora como conjugación (conyugación, bajo un mismo yugo).

Mi hipótesis es que el control de la disciplina arquitectónica como de otras muchas disciplians relacionadas con el diseño del entorno artificialpasa por una partición primaria:
1) el saber relativo al aspecto físico de la habitación, es decir espacios/formas.
2) el saber relativo a su parte social y subjetiva, usos/funciones.

Ambas partes corresponden a lo que es su momento se conoció como funcionalismo, que operan en los dos ámbitos explicitados a continuación y que a su vez se dividen en varias especialidades.
 
Ámbito 1

El propio de las diversas ingenierías, cuyos profesionales trabajan como proyectistas o como empleados de las constructoras y de las empresas que fabrican materiales y elementos de construcción; a ellas se añaden más recientemente las consultorías dedicadas al control de los procesos, desde la redacción de proyectos hasta la ejecución de las obras, mediando estratégicamente entre teoría y práctica.

Y más allá aún, en una dirección cuya importancia todavía no ha sido percibida, la reciente Ley de rehabilitación, regeneración y renovación urbanas, que contempla la colaboración en las actuaciones, además de las empresas de rehabilitación, de las «prestadoras de servicios energéticos, de abastecimiento de agua, o de telecomunicaciones», es decir las compañías que no consideran las viviendas como contenedores de actividades o usos, sino nodos de sus propias redes.

La sistematización exhaustiva de toda actividad humana susceptible de generar beneficios económicos ha tropezado, en lo concerniente a la construcción, con un notorio retraso si se compara con otros sectores industriales. El largo camino ha consistido en la sustitución de materiales y técnicas tradicionales por productos y procedimientos de tecnologías modernas, sujetos a normas y estándares en los que intervienen, cada vez menos, los arquitectos.Lógicamente el interés de las empresas fabricantes es condicionar en su provecho la manera en que se construyen los edificios, y por tanto el trabajo del proyectista.

Por otra parte la componibilidad de los muy diversos materiales y elementos constructivos, así como unas posibilidades combinatorias muy amplias, permite responder a los requisitos de singularidad típicos de la arquitectura. Un paso más lo representa la integración profunda de las herramientas digitales en el proyecto. Su producto más reciente es el diseño paramétrico, modernísima aplicación de lo que ya estaba en el ars combinatoria de Leibnitz, que inspiró los análisis tipológicos de G. Boffrand, a principios del siglo XVIII.

Ámbito 2

Su característica es la disposición de los diversos espacios y su particular conformación para el alojamiento de los usuarios y sus actividades (funciones), que coincidiría con la tarea del arquitecto, tal como desde hace tiempo se entiende en muchos países. Aquí también se ha dado una sistematización, precursora de la automatización, llevada a cabo por los mismos arquitectos, desde las proliferantes leyes y normas de toda clase, hasta las tipologías supercodificadas de la organización espacial de viviendas (el piso, el adosado, el estudio...), cuya concreción en proyectos ha constituido la oscura labor de los delineantes (y ahora arquitectos jóvenes), a menudo con una competencia notable.

En todo caso las teorías de la funcionalidad arquitectónica, pertenecen al mismo ámbito que otras tecnologías sociales relacionadas con el entorno habitable, como la psicología conductista, la ergonomía, e incluso la decoración, que tendrán ocasión de ampliar su espacio de trabajo cuando se proceda a la liberalización total de los servicios profesionales en el altar de los sacrificios de la competitividad.

[Y ahora entramos en una temática más especulativa]. A esto se suman nuevas amenazas, pues este espacio de competencias se sitúa cerca de lo que podría denominarse equipamiento doméstico. La tendencia a separar los elementos estructurales y de instalaciones troncales (infraestructuras pesadas y fijas) respecto a los que conforman el espacio finalmente habitable (superestructuras ligeras, móviles y de fácil manejo), tiene como horizonte la planta de distribución libre (cuyo modelo sería el loft), fácilmente transformable, adaptable a diferentes tipos de usuarios y de unidades familiares, a sus cambios a lo largo del tiempo, a las modas en decoración y los equipamientos audiovisuales y telemáticos. De hecho una de las razones del vaciamiento o demolición total de los edificios en el centro de las ciudades es conseguir unas plantas diáfanas que permitan una amplia libertad en la distribución y equipamiento interior.

Que ese acondicionamiento, tanto en la obra nueva como en sucesivas intervenciones, se pueda llevar a cabo fácilmente sin intervención obligada de los arquitectos nos plantea la duda de si es en beneficio de los usuarios (libres por fin de la injerencia de los arquitectos) o de empresas especializadas, bajo el liderazgo de una disciplina de un tipo muy diferente a la arquitectura y los demás saberes que pueden aducir competencias para este espacio de trabajo: el marketing, encargado de construir estilos de vida. Por ejemplo ¿estamos hablando entonces de flexibilidad o de obsolescencia planificada?

A lo largo de este texto nos hemos referido a ciertos argumentos técnicos que sirven de caballos de Troya para lograr el control de los saberes de los arquitectos y otros profesionales. Pero es oportuno recordar que existen otros modos de poner en práctica esas mismas ideas. Por poner dos ejemplos referentes a los dos ámbitos expuestos: 1) el diseño paramétrico está en la base del fabbing(1), con una potencialidad social formidable que recuerda la que ha supuesto la difusión de la microelectrónica e internet, pero ahora relativa a  los procesos industriales (ya no son bits sino átomos). 2) Por su parte la distinción entre obra pesada y elementos ligeros en la conformación de los interiores desde hace más de 40 años se usa en las promociones de vivienda autoconstruida, tanto de promoción pública como comunitaria.

Y aunque sea adelantar futuros desarrollos: existe una alternativa aún más decisiva, pues frente el discurso defensivo que alerta de la pérdida de competencias facultativas en beneficio de otros profesionales dispuestos a «robarnos lo nuestro», está la opción de componernos con ellos en sujetos colectivos pluridisciplinares y capaces de inventar nuestra autonomía. En vez de lucha competitiva entre dominios corporativos por bienes que se nos presentan como escasos, propongo la federación de saberes que crea abundancia desde la abundancia.

(1). Producción de objetos físicos a escala personal o local según diseños ad-hoc mediante máquinas controladas por ordenadores. Para mayor información ver: http://es.wikipedia.org/wiki/Fab_lab

Málaga, 30 de diciembre de 2013, Eduardo Serrano y Alicia Carrió

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